" Luz en la escalera. El comienzo del despertar" es el manuscrito que escribí hace unos años, cuando comenzó mi proceso de despertar, en el año 2003 más o menos. Todo fue muy repentino, después de recibir una sesión de Reiki que me recomendaron cuando me sentía totalmente perdida. Para mi sorpresa, al recibir el masaje tuve unas sensaciones tan intensas que me llevaron en pocas semanas a recibir la primera alineación de Reiki.
Me dí cuenta de que el primer trabajo que se me presentaba era eliminar mis miedos, que eran infinitos. Casi a la par, apareció una claustrofobia tan intensa que fue el motor para seguir investigando y avanzando en mi propia curación.
En este libro intento ayudar a personas que se encuentran en mi misma situación o parecida .
En este libro intento ayudar a personas que se encuentran en mi misma situación o parecida .
Escribí este manuscrito reflejando cómo iba subiendo los supuestos peldaños de la escalera de mi vida, intentando alcanzar la luz sanadora que curase todos mis males. Trabajadora incansable, probé muchas terapias y practiqué meditación de forma continuada buscando la respuesta a los porqués que me atormentaban.
Pero como ya indicaba Kryon en sus primeros libros antes tenía que superar mi propios problemas personales de relaciones y de salud, que no eran pocos. Así que entré de lleno en las regresiones a vidas pasadas, primero de forma espontánea y después buscando los motivos de mis miedos y bloqueos, hasta que encontré las respuestas.
Ahora ha llegado el momento de que el manuscrito vea la Luz en forma de libro. Por ello os invito a conocer algunos capítulos del mismo y os animo a haceros con un ejemplar, que estará disponible a finales del mes de mayo en la editorial Círculo Rojo.
Todas las almas viejas del planeta os estamos esperando para plantar juntos las semillas de la PAZ.
Trabajad vuestros miedos para llegar a la LUZ.
Deseo que disfrutéis mucho con la lectura .
Namaste
LUZ EN LA ESCALERA
EL COMIENZO DEL DESPERTAR
Índice
Índice
- Prólogo- pág.1
- Capítulo I. En el rellano de la escalera –pág.2
- Capítulo II. Subiendo el primer peldaño - pág.4
- Capítulo III. Bajando un escalón.., y alguno más –pág.8
- Capítulo IV. Subiendo de nuevo la escalera, un gran resplandor me ilumina - pág.12
- Capítulo V. Parada en la escalera, ordeno mi equipaje – pág.17
- Capítulo VI. Sentada en la escalera, ordeno mis recuerdos- pág.20
- Capítulo VII. Cuido mi cuerpo para poder seguir subiendo - pág.24
- Capítulo VIII. Subo varios peldaños y descubro una nueva realidad - pág.30
- Capítulo IX. La luz que emite mi cuerpo me permite ver mejor los escalones- pág.36
- Capítulo X. La meditación me ayuda a ascender sin agotarme - pág.41
- Capítulo XI. No estoy sola. Otras personas se cruzan conmigo en la escalera- pág.45
- Capítulo XII. Agradezco las ayudas que recibo para seguir subiendo- pág.49
- Capítulo XIII. No utilizo el ascensor. Prefiero subir andando - pág.53
- Capítulo XIV. En mi ascenso coincido con muchas mujeres- pág.57
- Capítulo XV. En la escalera también hay niños - pág.61
- Capítulo XVI. Me guían en todo momento, enseñándome todo lo que necesito para no tropezar y caerme- pág.66
- Capítulo XVII. Recibo visitas mientras continúo subiendo- pág.71
- Capítulo XVIII. Me pregunto qué encontraré al final de la escalera- pág.77
- Capítulo XIX. Después de mucho subir, el balance es positivo - pág.81
- Capítulo XX. Cada vez hay más luz. Empiezo a perder el miedo- pág.84
- Capítulo XXI. Ya sé lo que hay al final de la escalera. Ahora tengo que llegar hasta allí- pág.88
- Capítulo XXII. Mis experiencias comienzan a fortalecerme - pág.92
- Capítulo XXIII. Subo, iluminando la escalera con mi propia luz- pág.97
- Epílogo – pág.103
- Bibliografía citada en esta obra o recomendada por la autora- pág.113
- Símbolos canalizados por la autora- pág.117
Prólogo
Todos formamos parte del gran engranaje de la vida, y las
interconexiones, sutiles o no, entre todos nosotros, crean la realidad en la
cual todas las misiones de todos los seres humanos se dan sentido unas a otras.
Estamos aquí para aportar lo mejor de nosotros mismos al mundo que nos rodea.
Somos poderosos, lo queramos o no. Lo temamos o no. De esta reflexión ha
surgido este libro.
Las dos fuerzas básicas que nos mueven son el amor y el temor. La
primera nos ayuda a avanzar. La segunda nos paraliza, nos enreda en la duda y
nos impide alcanzar nuestra meta.
Las Leyes del Universo nos abren el camino, pero cuando comienzas,
como en mi experiencia personal, desconociendo la mayoría de ellas, llegas a un
punto muerto donde no sabes si tú llevas tu vida, o tu vida te lleva a ti.
Cuando empiezas a investigar dichas leyes y a ser consciente de cómo actúan en
tu vida, todo empieza a cambiar, pues tu vida y tú comenzáis a ser uno. Sabes
que eres el creador de la misma, y sabes que puedes hacer mucho por mejorarla.
Años y años de bloqueos, dolor y desesperanza han formado en nosotros
una gruesa capa que ahora hay que ir separando poco a poco para descubrir el
brillo que se oculta bajo tanta negatividad.
Sinceramente, este retrato de mi vida, así como las reflexiones que le
acompañan, son un impulso de aire renovador, fresco, para que las mentes de los
hombres, mujeres y niños despierten, para que todos podamos llegar a ser
aquellos que podemos ser.
En el centro de nuestro ser hay una fuente de sabiduría infinita.
Dejémonos llevar por ella y entendamos que en esta escuela que es la Tierra , tenemos mucho
camino por andar, pero es un camino que, aunque arduo, promete un futuro lleno
de amor y un presente pleno de esperanza.
A lo largo de este libro me he referido al camino que todos andamos,
consciente o inconscientemente, como una escalera por la que voy ascendiendo
paso a paso a lo largo de mi vida. A veces he parado a descansar, otras veces
he bajado tres o cuatro escalones de golpe, y he conocido a muchas otras almas
que van conmigo, se cruzan en mi camino o vienen a mi escalera personal para
ofrecerme su ayuda. A todos ellos, les doy las gracias de corazón, y a todos
vosotros os animo a seguir leyendo.
NAMASTE
Capítulo I
En el
rellano de la escalera
Todo comenzó en otoño, después de las
vacaciones. Mi madre se empeñó en aprovechar nuestra visita a unos grandes
almacenes para acercarnos al stand, bajo una escalera mecánica, de una
tarotista que le habían recomendado. Mi hermana mayor y yo decidimos acceder,
reconozco que, en mi caso, bastante resignada, pues nunca me ha gustado que me
anticipen el futuro, ya que no puedo evitar el darle más y más vueltas a las
predicciones negativas que siempre se dan en estos casos.
Yo dije claramente que no quería que preguntasen nada sobre mí. Mi
madre hizo sus consultas, pero lo curioso era que la vidente se empeñaba en
salirse de las preguntas que se le hacían e insistir en que había una mujer en
la familia que estaba gravemente enferma. Dedujimos rápidamente que era mi
abuela materna, que vivía con nosotros y era octogenaria en aquel otoño de
1986. Pero la vidente insistía en que la enferma debía ser consciente de su
grave enfermedad para poderse curar, y mi madre, desesperada porque no la
hacían mucho caso y no poder convencer a la tarotista, decidió pagarla y
marcharnos a hacer nuestras compras.
En aquellas fechas yo era una
estudiante de Diseño y Moda. Había terminado mis estudios de Magisterio y
quería desarrollar otras facetas de mi personalidad.
En conjunto, mi carrera fue interesante,
siempre me ha gustado estudiar. Sin embargo, no me sentía feliz.
Según fueron pasando los tres cursos, fui cerrándome como una ostra,
proceso que ha resurgido a lo largo de mi vida en bastantes ocasiones. Siempre
había tenido problemas digestivos, y ahora se agudizaron, sobre todo en
momentos de tensión, como cuando tenía que decir “no” y me sentía culpable.
Acabé el último curso con una
gran sensación de tristeza, y sin ser consciente de nada de lo que me ocurría.
En casa me veían tranquila, siempre jovial, sin grandes problemas..., pero sólo
era una máscara que iba a tardar poco en caer.
Durante mi infancia, nunca había sido
una niña religiosa. Cuando era adolescente, me costaba entrar en las
celebraciones de ese carácter, y que nadie me hablara de mirar una figura
cristiana sin que me diera una sensación de rechazo inmediato. Sí era, sin
embargo, una gran lectora. Cuando a mi profesora de Lengua y Literatura se le
ocurrió preguntar después de las vacaciones de segundo curso de Magisterio
quién había leído algún libro ese verano, y se encontró con mi mano arriba, no
se imaginó que una de sus nuevas alumnas
había leído ocho libros esas vacaciones. Lo cierto es que ese detalle no me
convirtió en su alumna preferida, pero también era cierto que mientras mis tres
hermanos se divertían con sus respectivas pandillas y novios, yo estaba en la
casa de mis padres de la sierra de Madrid, lejos de mis dos o tres amigas de la
ciudad, con quien me gustaba salir a conversar o al cine, y dedicaba mi tiempo
a leer, pintar y hacer postres, actividades que siempre me han relajado. Pero
no era feliz siendo así.
Me daban miedo tantas cosas…: los chicos, las motos, los insectos,…la
lista era interminable.
Los miedos me han acompañado siempre, y de forma muy intensa. Pero
quizá el miedo que más me hacía temblar era el referente a los espíritus. Por
alguna razón, las historias que todos contamos cuando tenemos diez o doce años
en las noches de verano, a la luz de una farola, ávidos los amigos de conocer
mil historias, me martirizaban. Sin embargo, no se me olvidaba ninguna, y me convertí en un receptáculo de historias de
ese tipo, cuyo contenido crecía por las noches, en la oscuridad de la
habitación. Mi imaginación inflaba tanto lo contado, que no me dejaba dormir, y
sufría verdaderos temblores de pánico. Aunque esto pueda parecer jocoso, era un
verdadero sufrimiento. Cuando mis hermanas decidían hacer la ouija con sus
amigos en mi casa, yo me iba a otra habitación, y era la única que esa noche no
dormía. Así que todas las películas de miedo de mi época de adolescente las
desconozco, porque no me gustaba ir al cine a sufrir, pero es que con más edad
no las he querido ver tampoco.
En los últimos diez años, he visto algunos de los títulos más
conocidos, como “El sexto sentido”, pero sólo
pensar que alguien puede ver a personas que ya han muerto me ha seguido
inquietando.
Sin embargo, las circunstancias de mi vida me han llevado a tener contacto con unas realidades que, al
menos conscientemente, nunca he deseado. Y doy gracias por ello.
Capítulo II
Subiendo el primer peldaño
En un intento por relacionarme, mi
hermana mayor me invitaba a salir a veces con el primo de su novio. Como la
relación de mi hermana con éste iba muy en serio, comenzamos a asistir a
celebraciones, cenas y excursiones ambas familias, con lo cual Pablo y yo
tuvimos muchas ocasiones de vernos, pues además solían colocarnos juntos cuando
había que sentarse alrededor de una buena comida. Sin embargo, durante algunos
años, no existió entre nosotros ninguna relación ni sentimiento especial. Yo
seguía sin ser capaz de ver que tenía delante de mi nariz al hombre de mi vida.
Pablo y yo estamos felizmente casados desde hace once años, y tenemos
dos hijos maravillosos de cuatro y siete años. ¿Cómo llegamos a darnos cuenta
de nuestro amor, si yo estaba tan cerrada al mismo? Para explicarlo, debo
volver a la tarde en que visitamos a la tarotista.
Cuando volvimos a casa, comentamos lo
insistente que había sido y cómo había adivinado ciertos aspectos de nuestro
presente a los miembros de la familia que no habían asistido, y no volvimos a
acordarnos de ella en mucho tiempo.
Llegó el invierno, y comencé una relación con un hombre diez años
mayor que yo, de aspecto alegre y jovial, que supo muy bien cómo agradar a mis
padres, pues trabajaba en la empresa familiar. Yo seguía siendo la misma de
siempre, preocupada por las epidemias, las enfermedades, etc., y un día había
recortado un artículo sobre el melanoma, un tipo de cáncer de piel que consiste
en la degeneración maligna de un lunar. Mi cuerpo está lleno de pecas y
lunares, así que cuando uno de ellos, sobre mi hombro izquierdo, comenzó a
dolerme y molestarme cuando me ponía el cinturón para conducir, no dudé en ir
al médico, que me dio cita para quitármelo unos días antes de mi cumpleaños, en
Abril de 1987.
Se puede decir que por aquellas fechas volví a nacer de nuevo. Lo que
estoy haciendo hoy me ha costado muchos años de indecisión. Sabía que algún día
tenía que hacerlo público de esta manera, pues nunca he dejado de contar mi
experiencia a todo aquel que hablaba de casos de cáncer de algún ser querido,
pero hacerlo por escrito significa para mí haber perdido el miedo a que se
reproduzca y haber entendido el profundo significado que esta enfermedad tuvo
para mí. Sufrí una transformación profunda, y paulatinamente fui volviendo mi
atención hacia mi interior para conocerme y amarme a mí misma sin miedo, y con
el convencimiento de que si no sabía cómo amarme no podía amar a las personas
que me rodeaban, porque en ellas proyectaba mis inseguridades.
El melanoma se encontraba en grado 2, y tuvieron que intervenirme de
nuevo para saber si los ganglios del cuello habían sido invadidos por alguna
célula cancerígena. Esta operación ya no fue con anestesia local. Duró seis
horas, pero los ganglios estaban limpios. Me recomendaron hacer ejercicio y pasear. Entregué los
trabajos de la escuela de Diseño con mucho esfuerzo, pues había faltado a clase
y mi ánimo estaba débil, pero conseguí buenas notas.
Mis padres estaban pasando unos momentos terribles; además, pagaron a
los mejores médicos para que realizaran la operación con la intención de que la
cicatriz de mi cuello, que llega desde detrás de la oreja izquierda a la
clavícula, estuviese lo mejor hecha posible.
Lo que más agradezco, sin embargo, fue que mis padres accedieron a que
un matrimonio amigo enviara energía positiva y amorosa a todo este proceso.
Cuando todo salió bien, querían hablar conmigo, pero el que fueran rosacruces
me parecía sospechoso cuando menos.
Ni qué decir tiene que el jovial novio fue perdiendo interés en la
relación en menos de dos meses, y cuando
decidió dejarlo todo sin dialogar siquiera, yo no lo podía entender. Vivía en
otra ciudad, y fui a verle para hablar con él y explicarle que todo iba a
cambiar, porque me sentía culpable por ser como era. Ya que había conseguido
que alguien se fijara en mí y yo en él, el error lo había cometido yo con toda
seguridad, pero insistía en no querer ni hablar ni escuchar. No le interesaba
el rollo psicológico de una cría de 22
años, pues consideraba que él ya tenía una madurez suficiente para estar por
encima de esas cosas. Volví a casa, y mis padres me miraban preocupados sin
saber qué decir, así que me llevaron de viaje. Nunca podré agradecer a mis
padres todo lo que han hecho siempre por mí, demostrándome tanto amor y
confiando tanto en mis decisiones.
Gracias a este novio comenzó mi “terapia”. Le escribí tres cartas de
cuatro o cinco folios cada una, con dibujos incluidos, haciendo un resumen de
cómo me había sentido desde que era pequeña hasta ese momento. El las debió
tirar todas sin leerlas, pero para mí fue mi salvación, porque empecé a
liberarme de sentimientos guardados
durante mucho tiempo. En ellas me dibujaba como un bichito peludo y pequeñajo,
y me sentía como “El patito feo”.
Mientras tanto, los rosacruces
esperaban pacientemente a que yo quisiera hablar con ellos, pero no me decidía.
En otoño me salió una sospechosa mancha negra debajo de la uña del dedo gordo
de un pie, lugar muy habitual de crecimiento de melanomas. En el quirófano de
nuevo, con anestesia local, fui
consciente, con el miedo que paralizaba todas mis articulaciones, de que
necesitaba hablar con ellos. Gracias a Dios, sólo había sido un hematoma, pero
me había ayudado a dar un paso más.
Todos mis familiares y amigos se
mostraron comprensivos y protectores conmigo. Pienso que sentían una gran
angustia ante una persona a quien le han diagnosticado casi su propia muerte,
pues el cáncer, palabra tabú, se consideraba incurable, y susceptible en casi
todos los casos de resurgir en otra parte del cuerpo. No necesité ninguna
terapia agresiva, pero sí unos ciclos de observación y revisión donde me
miraban por dentro y por fuera para hallar el más mínimo rastro de melanoma. Durante
los años que duraron las revisiones, me cambiaba el carácter cuando se acercaba
la fecha de ir al hospital. El miedo me agobiaba de tal manera que recuerdo
haber llorado por la calle en varias ocasiones sin poder contenerme.
Un día en que salía de trabajar de una empresa como diseñadora de moda
a las siete de la tarde, en invierno, tal era mi angustia andando por una calle
solitaria que oí una voz que me llamaba por mi nombre. Me di la vuelta para
mirar, pero no vi a nadie. Continué andando, pensando que era una casualidad, y
llegué a mi portal. Cuando entré en el ascensor tuve lo que ahora entiendo como
una experiencia mística. Sentí una gran paz que me rodeaba y me iluminaba por
dentro. En el trayecto hasta el octavo piso una voz me dijo que no me preocupara,
que todo iba salir bien, y que no
tuviese miedo.
Llegué a casa tranquila, y el siguiente fin de semana mi madre
concertó una cita con sus amigos de la Orden Rosacruz.
Pepa y Pepe, así se llamaban, me hablaron durante horas, y con infinita dulzura,
sobre el significado de la enfermedad, la muerte, Dios, la reencarnación, y lo
mejor de todo es que tenía la sensación de que todo lo que escuchaba ya lo
sabía. Nunca había leído sobre esos temas, y sin embargo nada era nuevo para
mí.
Acepté que la muerte es un paso más en el camino de la vida, y que las
diversas reencarnaciones nos van acercando a Dios, pues con ellas nos vamos
perfeccionando. Que la enfermedad es nuestra maestra, como todos los problemas
que encontramos en nuestra vida. Los miedos nos bloquean, y nos impiden avanzar
en el sentido que más necesitamos en ese momento.
Nosotros creamos nuestras experiencias, y hasta las más terribles son
perfectas, pero para entenderlas hay que practicar el amor incondicional. Por
aquel entonces mi madre me regaló el que ha sido mi primer libro de autoayuda,
“Usted puede sanar su vida”, de Louise L. Hay, libro que empecé a trabajar de
forma constante y me ayudó a cambiar mi percepción de la vida hasta ese
momento.
Mis amigos rosacruces me aseguraban que yo no iba a morir todavía, que
no era mi momento, y aquello me reconfortaba, animándome a seguir viéndoles y
escuchar sus opiniones. Una de sus primeras enseñanzas fue “Como es arriba es
abajo”, frase que desde entonces no he dejado de encontrar en la mayoría de mis
lecturas y que guarda una gran sabiduría.
Me invitaron a hacerme rosacruz. Era sencillo, con unas pequeñas
cuotas que cubrían el envío de manuscritos para el estudio desde Estados
Unidos, un carné, y la posibilidad de unirme a las meditaciones y conferencias
que se hacían en un local de Madrid. Pero, claro, ¿sería una secta? Mis amigos
eran muy agradables, pero pertenecer a una Logia me sonaba a masonería y a algo
que podía absorberme de tal manera que no me permitiera tomar mis propias
decisiones.
Decidí probar, y me hice rosacruz.
Recibía en mi casa trabajo para realizar una vez en semana. Me enseñaron a
meditar, a conocer las Leyes Universales, a orar, a utilizar mis poderes
ocultos, a desarrollarlos. Asistí a alguna iniciación e incluso invité a una
amiga a una fiesta en el campo con ritual incluido, al estilo egipcio. Nunca me
sentí presionada por nadie. Fue todo muy interesante. Me gustaba mucho el día y
la hora de la semana en que se suponía que personas del mundo entero
meditábamos a la vez intentando llevar la luz a todos los rincones del mismo.
Yo tenía una ventaja que desconocía. Me había pasado la vida
visualizando en la pantalla de mi mente todo tipo de fantasías y recuerdos, así
que era muy fácil para mí trabajar en ese sentido. Limpié recuerdos del pasado
que me habían herido, utilizando el perdón y cambiándoles el final. Envolvía a
personas con las que había tenido conflictos con luz curativa, con amor, y
empecé a utilizar las afirmaciones en mi vida. También empecé a ser más
consciente de las frases que utilizaba, y a entender que la palabra tiene
fuerza, y es creadora. Así que comencé a tener cuidado para no decir: “Me duele
que me digas eso”, “No aguanto esta situación” o “Me estoy cansando de...”
Visualizar me pareció una ventaja cuando descubrí que había personas
que no sabían cómo hacerlo. Acudí a un curso de fin de semana donde me hablaron de “educastración”, de la
intuición, del poder de la mente, la relajación, la superación de los
miedos..., y la armonización energética o contacto terapéutico, método que nos
permitía, a través de la concentración y el deseo de ayuda, transmitir nuestra
energía a otras personas con el fin de ayudarlas a sanar.
Conocí entonces a la que se iba a convertir en una de mis mejores
amigas. No tenía trabajo, y estaba separada. Tenía dos hijos casi de mi edad, y
conectamos inmediatamente. Encontré para ella un trabajo en mi empresa, y al
cabo de un año más o menos, me despedí
de mi trabajo de diseñadora. Sentía atracción por los niños de nuevo.
Rechacé un trabajo como diseñadora infantil y busqué otro como profesora de
Inglés en una empresa a tiempo parcial, donde conocí a otra amiga que iba a ser
muy especial para mí.
Capítulo V
Parada en
la escalera ordeno mi equipaje
En la actualidad existen muchas
personas que están buscando respuesta a un mundo caótico, donde los
sentimientos son manipulados desde los medios de comunicación de masas, donde
las ideas ya no son propias, sino manejadas desde un poder central que parece
guiarnos hacia sus propios intereses económicos. Las relaciones humanas son
cada vez más frías, las familias cada vez más pequeñas, el deseo de superar
continuamente la meta auto impuesta (o
bien impuesta por la presión social) de conseguir más bienes materiales, que
una vez conseguidos nos dejan vacíos, preguntándonos: " ¿Y ahora qué? ”,
es cada vez mayor. Todo ello ha llevado a un gran número de personas en otros
países más desarrollados que nosotros, y ahora al nuestro, debido al nivel
económico que hemos alcanzado, a pensar si realmente vale la pena vivir para
trabajar, mantener relaciones basadas en el interés, limitar nuestro número de
hijos para que no interrumpan nuestro camino egocéntrico hacia la
autosatisfacción de nuestros deseos de descanso y ocio, hipotecar nuestras
vidas para conseguir ser más que otros,
teniendo más y mejores bienes materiales que ellos,... Nos sentimos alienados,
con angustia vital, y hasta hace unos años, cada vez se llenaban más las
consultas de psicólogos y psiquiatras.
Sin embargo, parece que comienza un
movimiento creciente de trabajar más
desde el interior, desde el conocimiento de uno mismo, como aconsejaba
Sócrates; desde la lucha contra el entorno que elimina nuestra identidad, como
mantenían Erich From y tantos filósofos del siglo XX. Por ello están en auge
las terapias llamadas alternativas, muchas veces no reconocidas por la medicina
tradicional. Desde la
Acupuntura , la reflexología podal, el masaje metamórfico, la
práctica del yoga o el Tai-chi, la iridología, el shiatshu o las Flores de
Bach, a los hexagramas del I-Ching, los oráculos de ángeles, el tarot o las
runas, todo sirve en la actualidad para encontrar las respuestas que no
encontramos en nuestra vida diaria .
Su búsqueda no es nada nuevo, la
novedad estriba en la facilidad para utilizar todas estas técnicas, poder
informarnos sobre ellas a través de libros, conferencias o seminarios, escoger
la que más nos convenga, y utilizarlas a nuestro favor.
Yo sólo puedo hablar desde mi
experiencia personal. He probado algunas terapias alternativas, y de todas he
obtenido aprendizaje. He leído muchos libros de filosofía oriental, de místicos
como Osho o Thich Nhat Hanh, de autoayuda, de psicología, de yoga, de
alimentación sana, de Física Cuántica, de esoterismo, de Programación
Neurolinguística, libros del Dalai Lama, de comunicaciones no verbales, de
maestros sufís, de terapias de la risa, de radiestesia, de Edgar Cayce, de
Reiki, de trabajo con los chakras,...
En mi casa tengo una pequeña biblioteca, y
siempre hay un intercambio de libros entre mis familiares, amigos y yo. Lo
cierto es que mi pasión por los libros es contagiosa. Normalmente leo tres o
cuatro a la vez. Cuando trabajaba, hace
unos meses, como profesora en un colegio, me levantaba los fines de semana,
cuando mi marido y mis hijos dormían, dos horas antes para leer. Siempre me han
preguntado cómo podía leer tanto en tan poco tiempo. Mi marido dice a esto que yo leo muy deprisa,
a pesar de que subrayo los libros y pongo notas a los márgenes.
Toda mi edad adulta la he pasado
huyendo de los programas televisivos que no aportan nada y de los programas de
noticias que sólo pretenden hacer crecer el morbo o acrecentar nuestros miedos.
Quizá me marcó la lectura del libro de Erich Fromm “Psicoanálisis de la
sociedad contemporánea”, pero me siento muy manipulada por cómo se dan las
noticias y cómo nos repiten hasta la saciedad determinados anuncios. Lo mejor
de todo, es que después de once años de casados, mi marido ha empezado a
preferir apagar la televisión algunas noches y leer un buen libro. Ni qué decir
tiene que la habitación de mis hijos está repleta de tebeos, cuentos y libros
de aventuras, aunque mi hijo sabe leer sólo desde hace un año, y mi hija aún no
sabe. Siempre han tenido cuentos para ojear, les hemos leído muchas historias,
pero sobre todo tienen el ejemplo de una madre siempre leyendo y con una
mesilla donde no le caben más, ni encima, ni dentro de los cajones.
Una de las situaciones más curiosas
que me han ocurrido con los libros es la siguiente. Siendo novios, y paseando
por la “Cuesta de Claudio Moyano” (popularmente conocida como “Cuesta de los
libreros”) en Madrid, Pablo quiso obsequiarme con un libro, y yo escogí uno,
sin saber por qué, que además era bastante caro. Se titulaba “I-Ching. El libro
de las mutaciones”. Intenté leerlo, pero me pareció muy complicado. Era la
versión completa de Richard Wilhelm, con prólogo de C.G.Jung y unos comentarios
de los diferentes trigramas y hexagramas que me parecieron bastante obtusos.
Además, no me quedaba claro cómo utilizar el método, así que devolví el libro a
la estantería, y de vez en cuando lo ojeaba, encontrándome con un lenguaje
parabólico que me recordaba bastante a la Biblia y no conseguía descifrar.
Y en uno de los intercambios de
libros con mi amiga Sonia, recibí como préstamo “Más Platón y menos Prozac”.
Intercalaba su lectura con el primer libro de aventuras de Harry Potter, y
ambos me estaban apasionando. El libro trataba de cómo muchas alteraciones
psicológicas podrían sanarse acudiendo a la consulta de un filósofo, sin
necesidad de medicarse anulando nuestros sentidos.
El autor propone que analicemos
nuestros sentimientos, nuestra visión de la vida, nuestras creencias, y con la
ayuda de nuestro filósofo, que nos mostrará la sabiduría de personas que a lo
largo de la Historia
han encontrado respuesta a los interrogantes de la vida, encontrar nuestras
propias respuestas. Lo más interesante, es que al final del libro dedica un
capítulo completo a recomendar el uso de un oráculo chino, el I-Ching, y enseña
cómo utilizarlo diariamente para encontrar consejo dejándonos llevar por
nuestra sabiduría interna, que es quien va a lanzar las monedas de determinada
manera y va a llevarnos hacia una figura (un hexagrama) que nos dará un
mensaje. Así de sencillo.
Enseguida me di cuenta de que hablaba del
libro que descansaba en la estantería de mi salón, así que nada más volver de vacaciones
hice la prueba y realicé mi primera consulta. El resultado fue espectacular. La
imagen de una olla representaba mi persona en la situación que yo estaba
viviendo. Me sentí feliz, pues ello corroboraba que no eran imaginaciones mías
las presiones que estaba sufriendo, y confiada de su veracidad, realicé
consultas para otros miembros de mi familia. Desde entonces lo utilizo a
menudo, hace ya dos años de ello, pero es cierto que a veces la respuesta es
árida, o no parece responder a lo que realmente has preguntado, aunque sí a lo
que realmente necesitas saber. Por ello hay personas a quienes no les atrae,
aunque yo considero que es un oráculo muy sabio, tanto que el gobierno japonés
lo utiliza con asiduidad, y me parece muy inteligente por su parte.
Últimamente, sin embargo, lo utilizo
sin monedas. Sencillamente pienso qué quiero saber, y el péndulo me indica cuál
es el hexagrama con la respuesta. Y es que el péndulo también se ha convertido
en un compañero inseparable.
Capítulo VI
Sentada en
la escalera ordeno mis recuerdos
Si vuelvo la mirada hacia atrás, me
doy cuenta de cómo algunos acontecimientos de mi vida, que en su momento me
parecieron inconexos, tenían un gran sentido e iban a dirigirme paso a paso
hacia el momento actual, en que la espiritualidad forma parte de mi vida de
manera muy profunda. Hubo un tiempo en que me escudaba en la falta de tiempo, y
ha sido cuando teniendo dos hijos pequeños, una casa que llevar y un trabajo a
jornada completa por realizar, cuando me he dado cuenta de que no puedo obviar
el mensaje espiritual que todo tiene para mí, y que si no cuido mi mente y mi
alma, mi cuerpo se resiente.
Recién operada del melanoma, probé la
acupuntura, y realmente sentí la energía circular a través de mí y al llenarme
de una sensación tan cálida y tranquilizadora
fui consciente de que mi ser no lo formaba solamente mi envoltura
física.
Tras un curso de relajación en que
adquirí una cinta de audio que iba guiándome y ayudándome con sonidos del mar y
diferentes tonos de una campana tibetana, comencé a sufrir menos cada vez que
tenía cita con el médico para hacer una revisión del melanoma. Estas se fueron
espaciando en el tiempo, hasta que llegó el día en que me dijeron que estaba
curada, y no tenía que volver.
En cualquier caso, hasta que no
transcurren diez años, no desaparece el riesgo de que se reproduzca, así que el
miedo me tuvo todos esos años preocupada. No volvió a haber rastro de cáncer en
mi cuerpo. Me había convencido de que había sido una ayuda para “despertar” pero,
cuando una mente no está bien entrenada, y está acostumbrada a años de miedo a
la enfermedad y la muerte, es difícil salir de la espiral de sentimientos que
conlleva.
En aquellos años acudí a un taller de
trabajo sobre la autoestima y el perdón, muy americano, que movió el amor que
hay dentro de mí, sobre todo hacia mis padres, pero también hacia mí misma. Se
llama Insight, que en inglés significa “mirada interior”, y realmente lo era.
Realizábamos una conexión con nuestra parte más vulnerable, nuestro niño
interior, le traíamos a la consciencia, y revivíamos situaciones de la infancia
ayudándonos unos asistentes a otros a interpretar el papel de nuestro padre o
nuestra madre.
Era una catarsis colectiva, en el que una vez
conseguido el reconocimiento del amor
que tenemos dentro, comenzábamos a repartirlo literalmente con los demás
asistentes al taller, haciendo una gran rueda de abrazos afectuosos llenos de
sentimientos, pues había personas que hacía muchos años que no abrazaban a
nadie. Fue un curso de risas y de lágrimas, de amistades profundas y de
descubrimiento de uno mismo, compartiendo nuestras experiencias y sentimientos
ante los demás con un micrófono. Es un taller que tiene varios niveles, pero yo
sentí que tenía suficiente con el primero y cuando mi familia me preguntó por la experiencia supieron que
había sido para mí de gran ayuda.
Unos años después recibí la llamada
de Pepa, mi amiga rosacruz. Había dejado la Orden para dedicarse a buscar la Verdad por otros caminos y
habíamos dejado de tener tanto contacto como antes. Mis padres habían
coincidido con ella y su marido alguna vez y habían encontrado a éste último
bastante demacrado. La llamada era para comunicarme que Pepe había muerto hacía
unos días. Pepa tenía la voz quebrada, pero con gran entereza me relató una
experiencia que sabía que yo iba a entender. El mismo día de la muerte de su
marido, debido a un cáncer, ella vuelve a su casa, y cuando se acuesta siente
que no está sola. Un abrazo lleno de amor y protección la cubre por completo transmitiéndole
un mensaje sin palabras. Él está allí, con ella, no se ha ido del todo. En vez
de sentir miedo, Pepa duerme profundamente, tranquila, con la certeza de que lo
que ambos descubrieron y vivieron en vida, ha quedado demostrado tras la
muerte. Ella sabe que muchos opinarán que es fruto de su imaginación y su pena,
pero ello no le quita fuerza a lo que ha sentido.
Unos meses después, uno de sus hijos
se marcha de vacaciones a una isla
española, y conoce a una joven del lugar en una noche de copas. Hablan de todo
un poco, y cuando se reencuentran al día siguiente, ella le dice que tiene un
mensaje para él. En un sueño ha visto a un hombre, le describe cómo es, que le
pide que le dé un mensaje al joven que ha conocido la noche anterior. Le dice que
es su padre y que el amor que siente por él, sus hermanos y su madre, continúa
perviviendo en él, y además, quiere comunicarles a todos que se encuentra bien,
que es feliz. Le pide que lleve este
mensaje a su madre, un mensaje de amor que hace al joven volverse
inmediatamente a España bastante alterado y contar a su madre lo que ha
ocurrido. Pepa sabía que iba a creerla, y por supuesto que la creí. A pesar de
no haberme gustado encontrarme en su lugar recibiendo esas experiencias, supe
que era verdad.
Parece ser que la joven que dio el
mensaje de su sueño es la primera vez que hacía algo así. Es muy interesante el
análisis de los sueños y el estudio de qué ocurre con nuestro ser espiritual
mientras soñamos. Hay muchos libros que tratan sobre la simbología de los
sueños, basados principalmente en el estudio que realizó Freud sobre la psique
humana, según la cual a través de éstos mostramos nuestras tendencias y
problemática personal más oculta, sobre todo de tipo sexual. Sin embargo, hay
otros autores que abogan más por una simbología de tipo personal, es decir,
cada persona debe estudiar sus propios sueños, los elementos repetitivos que en
ellos aparecen y la conexión con la vida
concreta de esa persona. Por ello no dejan de tener el mismo significado un río,
una gruta o un caballo, elementos simbólicos que conllevan una interpretación
concreta para todo el que sueña con ellos.
Hay muchas personas que dicen que no
sueñan o que muy raramente recuerdan sus sueños. Algunos investigadores apuntan
que es un trabajo de intención. Incluso nos podemos”programar” para recordar
por la mañana los sueños de esa noche. Es un trabajo que se hace antes de
quedarnos dormidos, y va acompañado de un nuevo trabajo al despertar, que es
apuntar todo lo que recordemos. Un análisis de dichos sueños, una vez escritos,
nos revelarán el mensaje que quieren aportarnos, que puede ser referente a algo
que nos preocupa pero que no somos conscientes de ello, o a veces pueden ser
premonitorios.
“La vía más común hacia el
descubrimiento interior pasa por el mundo de los sueños”, como nos recuerda
Jack Schwartz en su “Manual de meditación”.
Desde pequeña he sido muy consciente
de los sueños que tenía. Lo curioso, que nunca había contado a nadie hasta que
no leí un artículo en una revista esotérica llamado “Internautas de los
sueños”, o algo parecido, es la actitud que tomo cuando éstos están ocurriendo.
Soy consciente de que lo que se está desarrollando es un sueño, y opino sobre
lo que ocurre, e incluso cambio acontecimientos que no me gustan. Es como si
fuese la directora de mi propia película, porque la veo como en una gran
pantalla, y si tengo un gran disgusto lo cambio por otra situación, o incluso
me despierto y me digo: “Se acabó, no quiero seguir sufriendo. Esto no es real,
y lo puedo cambiar”. Entonces continúo durmiendo, y cambio de sueño.
Otras veces reconozco paisajes o
escenas de sueños anteriores. Son calles
o viviendas creadas por mi imaginación, decorados que yo misma he creado, y los
reconozco como tales. Comienzo entonces
a analizarlos y los cambio para que se parezcan más a la realidad.
En otras ocasiones tengo sueños
premonitorios, como cuando soñé que mis padres tenían una casa en la sierra
cerca de una gran extensión de agua, y unos meses más tarde cambiaron su chalet
orientado hacia las montañas por uno que tenía vistas hacia un lago. Antes de comprar mi casa, viviendo de
alquiler, soñaba a menudo con una parte nueva del barrio donde había vivido de
pequeña. Soñaba con la casa donde había vivido, y siempre terminaba dirigiéndome
hacia esa zona a dar un paseo, o a hacer compras, o me despistaba y me perdía
por allí. Varios años después, buscando piso con unas posibilidades de precio
concretas, terminé viendo un piso en la zona de mis sueños, y aunque había
visto zonas mejores y peores, algunas cerca y otras lejos de donde me
encontraba, esta fue la casa donde mentalmente empecé a colocar los muebles y
es la que compramos.
El último sueño de este tipo ha
ocurrido hace menos de un mes. Me pareció tan curioso que lo apunté en mi
diario. Soñé con varias amigas y conocidas, que salíamos juntas, pero lo
importante no era lo que ocurría, sino que todas tenían el mismo nombre: Ana.
Hace ahora una semana, soñé de nuevo con varias conocidas llamadas así, dos de
las cuales no aparecían en el sueño anterior, y mi subconsciente había buscado
hasta llegar a mi época de estudiante de Magisterio para encontrar otra Ana. Al
poco tiempo, una persona aparecía en mi familia con dicho nombre. Sentía como
si me hubiesen estado avisando de su llegada.
Los sueños pueden ayudarnos a
encontrar nuestra misión en la vida, como indica Mark Thurston en su obra “La
misión del alma”, basado en la sabiduría de Edgar Cayce. Según este autor, “Una
de las mejores maneras por las que muchas personas pueden recabar pistas acerca
de sus misiones es a través de sueños de orientación. Algunas veces puede
presentarse espontáneamente un sueño acerca del propósito de su alma. Pero no
es necesario que usted lo espere. Puede tomar medidas para preparase para este
tipo de ayuda. Puede incubar un sueño”. La incubación de sueños tiene una larga
historia. En la antigua Grecia existían los templos de sueños, donde se
preparaba a personas para que recibieran un sueño relacionado con la curación
de alguna enfermedad física. En la actualidad hay métodos, como el descrito por
el autor en este libro, con el cuál podemos encontrar respuesta a muchos
interrogantes que están ocultos a nuestra consciencia.
Capítulo XII
Agradezco las ayudas que recibo para seguir subiendo
¿Cómo aceptar la información
contenida en el capítulo anterior? Rompe con muchas de nuestras creencias, se
opone al sentido común, a las normas básicas socialmente establecidas. Por
supuesto, la religión católica tendría mucho que decir aquí. Sin embargo,
Jesucristo se elevó a los cielos, y aparecía en determinados lugares dando
mensajes de esperanza al ser humano. Mensajes que han perdurado en el tiempo, y
que en la actualidad cobran mayor sentido, porque empezamos a saber lo que
quería decirnos.
Dicen que hubo una cultura en la Tierra , la de los mayas, que desapareció
repentinamente, dejando unos manuscritos explicando el proceso por el cual
pasaron sus habitantes antes de desaparecer en bloque. Son los manuscritos
encontrados en las ruinas de Celestina, y en los cuales se basan Redfield y
otros autores para escribir sus obras.
Ya he explicado anteriormente que el proceso no es nuevo, sólo que
ahora el ser humano tiene la posibilidad de realizar un cambio de conciencia a
nivel planetario.
Jesucristo, tras su paso por la Tierra , no ha dejado de estar presente. Algunos
manuscritos, que numerosos autores han investigado a fondo, como el escritor y
explorador alemán Holger Kersten, vienen a demostrar que Jesús continuó con
vida después de su resurrección, y marchó a vivir a la India , donde existe una
tumba con su nombre en Srinagar. Según las leyendas alcanzó los ciento diez
años de edad.
Diane Stein considera a Jesús
un tulka, un bodhisattva reencarnado, una persona que ha alcanzado la
iluminación y por consiguiente ya no necesita reencarnarse más; sin embargo
regresa a la Tierra
corporalmente para salvar a otros del dolor y el sufrimiento, y para ayudarles
a lograr también la iluminación. Su nacimiento era esperado por los miembros de
una orden budista que aparecen bajo la
figura de “los tres Magos de Oriente”, que estaban avisados de la extraordinaria
conjunción astrológica del año 5
a . C. que les sirvió para localizarlo. Le llevaron,
junto a su familia, a Egipto, donde fue criado y educado, y luego a la India. Recibió las
enseñanzas del budismo mahayana y vajrayana, regresando a Jerusalén como
adulto, adepto budista y sanador Reiki.
“Muchos de estos datos de erudición fueron ocultados por la Iglesia cristiana, más
seguidora de las enseñanzas de Pablo que de las doctrinas originarias de Jesús,
teñidas de budismo. El Jesús histórico es un personaje fascinante y
reivindicamos aquí su papel en la historia de Reiki. Enseñó el método de
curación a otros_ sabemos por el Nuevo Testamento que lo transmitió, por lo
menos, a sus discípulos directos_ y así fue conocido, no sólo en la India , sino además en toda
una parte del mundo antiguo bastante mayor de lo que veníamos suponiendo. Su
desaparición de la doctrina cristiana se explica probablemente por la
influencia de las enseñanzas paulinas, que implican, a todas luces, una
reinterpretación de las de Jesús.
Hacia el siglo V el canon
eclesiástico prescindió de dos conceptos fundamentales, el de la reencarnación
y el del karma, perdiéndose definitivamente para Occidente el método que usaba
Jesús en sus curaciones y que habría sido de tanta ayuda para muchos. Los
seguidores del budismo fueron los únicos que conservaron estos conocimientos y
siguieron utilizándolos, aunque se abstuvieron de divulgar su existencia.”
Jesucristo es, en estos momentos, un Maestro Ascendido perteneciente a
la Gran Hermandad
Blanca. Su doctrina está basada en el amor, y en una luz divina que va más allá
de cualquier dogma o religión. Él es el Avatar de los 2.150 años de la era de
Piscis. Ahora ha dado comienzo la era de Acuario, representada por la Santa Madre , la gran
diosa. Jesucristo ha venido para indicarnos el camino y prepararnos para él: la
apertura de nuestro corazón y el despertar a la madre de Dios. “Muchas personas
que en los últimos dos milenios han actuado en su nombre no han entendido bien
su doctrina. El símbolo que representaba a Jesús en el pasado era el de un
hombre clavado en la cruz, el de un hombre que aún no había sido salvado. En la
época actual se trata de Jesús el resucitado, libre de la cruz, la cual tan
solo fue una estación en su camino hacia la luz de la Unidad.”
Jesús nos presentó hace mucho tiempo a los Hijos celestiales, los
portadores de Luz sobre la
Tierra , ángeles y seres que han alcanzado la maestría,
grandes espíritus similares a los nuestros que animan y dirigen las fuerzas
cósmicas, cada uno de los cuales encarna un puesto y una función especiales de
la actividad universal de la
Mente de Dios. Mark L. Prophet y Elizabeth Clare Prophet
reflejan en su libro “Los señores de los Siete Rayos” el trabajo del Maestro
Jesús: “El Señor nos mostró estos emisarios que enseñan a los piadosos de la Tierra el sendero de la Cristeidad individual
en los siete rayos y en los siete chakras (centros espirituales del cuerpo
humano); cada rayo una emanación de Luz del Cristo Universal que concentra
dones y gracias particulares así como principios del conocimiento de uno mismo
en el Logos, los cuales pueden ser desarrollados por el discípulo a través de
la vocación de su vida.”
El trabajo de la
Gran Hermandad Blanca y de todas las huestes celestiales
asociadas a ella, incluyendo a aquellos a quienes patrocinan sobre la Tierra , es educar la
naciente divinidad de cada ser humano. Las evoluciones de la Tierra que están
transitando de la era de Piscis a la de Acuario están destinadas a expandir los
atributos de la Trinidad
(Poder, Sabiduría y Amor) por medio de los siete rayos, puesto que estos rayos
están concentrados conscientemente en los siete chakras.
Los Grandes Seres actúan a través de sus discípulos en todos los
países. Por primera vez en la historia, existe un grupo coherente a disposición
de los Maestros, como expuso ya Alice A. Bailey a mediados del siglo XX en
“Tratado sobre Magia Blanca”. El sendero de quien intenta seguir esta guía es
como una luz brillante, pero al mismo tiempo debe convertirse en el sendero
mismo. Se convierte en luz y actúa como una lámpara encendida en un lugar
oscuro, llevando iluminación a otros e iluminando el camino ante ellos.
“Desde mediados el período Atlante los pensamientos de los hombres han
sido atraídos hacia el sendero destructor o de la izquierda, porque el egoísmo fue
el móvil y el propio interés el factor dominante. Parte del trabajo de Cristo,
cuando vino hace dos mil años, fue neutralizar esta tendencia, predicando
mediante el ejemplo, los preceptos, el sacrificio, el altruismo y el espíritu
de mártir...”
Desde el punto de vista de la Jerarquía celestial, el
conjunto de entidades antes mencionadas, el esfuerzo tuvo éxito, porque el
espíritu cristiano representa la reorientación hacia los asuntos celestiales.
Ahora es prioritario aportar un espíritu de servicio, de comunión entre todos
los hombres, cuando la tendencia al
interés egoísta es el factor más poderoso hoy en el mundo, controlado por la
forma y el deseo.
Las fuerzas celestiales, que siempre han actuado ayudando a la Humanidad , nunca han
estado tan cerca. El ser humano necesita dar un salto en su conciencia, su
evolución así lo exige, y no faltan ayudas. Pero lo más interesante es que
algunos humanos están empezando a canalizar esta ayuda desde hace décadas.
De forma inconsciente, o de forma premeditada, muchas personas están
descubriendo sus dotes mediúmnicas, la certeza de sus visiones, de sus sueños
premonitorios, la relación directa con entidades no terrenales, sin cuerpo
físico. Digo de forma premeditada, porque hay asociaciones que trabajan este camino,
y uno es libre de formar parte de ellas para desarrollar las propias
facultades. También hay Maestros que nos inician, nos abren el canal central,
desbloquean nuestros chakras, con el fin de facilitar el proceso.
Seguramente hay muchas vías, pero también existe la involuntaria, la
de la persona que descubre que tiene facultades psíquicas sin haber intentado
que estas se desarrollen. Este ha sido mi caso, y estoy segura que el de
muchísimas personas que en la actualidad viven confundidos con lo que les está
ocurriendo
En las librerías podemos encontrar experiencias múltiples de personas
de nuestro país y de otros de Europa y América (aunque esto no signifique que
en otros países no lo estén viviendo igual) que se atreven a contar lo que han
vivido. Entre ellos, el que más me impactó, por sentirme muy identificada con
la autora, fue “El orgullo del espíritu”
de Rosemary Altea. Esta mujer cuenta con naturalidad cómo desde temprana edad
tenía la capacidad de ver a las personas ya fallecidas que acompañan a un ser
humano, portadoras de mensajes para el mismo. Ha ayudado a muchos a marcharse
cuando se habían quedado atrapados aquí por distintos motivos, y ha
experimentado la felicidad de sentir su actitud de servicio y de amor. Una
entidad la acompaña y la habla constantemente, guiándola. Es Águila Blanca, un
chamán indio que la ayuda a cumplir su destino. En una ocasión, describe como
el mismo Jesucristo está en la esquina de la habitación donde ella llega con un
amigo tras ayudar a unas personas. Primero ve un resplandor, luego ve al
Maestro, sentado en una mecedora, sonriéndole...
Capítulo XIII
No utilizo el ascensor, prefiero subir andando
Mi experiencia, desde hace unos años,
ha sido difícil y a la vez enriquecedora. Desde el momento en que me inicié en
Reiki I, comenzaron los “milagros”. Siempre habían ocurrido en mi vida, pero
ahora eran más habituales, y cada vez era más consciente de ellos.
Desde niña he tenido respeto al agua. Sé nadar lo justo para no
hundirme, pero bucear o lanzarme al agua sin taparme la nariz me han parecido
siempre hazañas que no podría conseguir
nunca, porque yo creía que me ahogaría en el intento.
Cuando me inicié en Reiki II, ya podía dar masajes a otras personas,
así que con muchas ganas de ayudar, comencé por mi propia familia. Al
principio, las dos o tres primeras veces, me dejaba llevar por la energía,
disfrutando en un sentimiento de paz y amor inigualables. Nunca he fumado
hierba, pero si los jóvenes supieran lo que son capaces de conseguir por sí
mismos, no probarían nunca las drogas, porque además de inofensivo es
maravilloso. A partir de, más o menos, la cuarta sesión comencé a ver escenas
muy nítidas de lo que me atreví a intuir como vidas pasadas de mis familiares,
en especial momentos de muertes que de alguna manera habían quedado grabadas
con más fuerza que otras, y afloraban fácilmente del subconsciente.
Como era mi familia, les describí, con muchas dudas al respecto, lo
que había visto, e intentamos encontrar explicación a algunas fobias de la vida
actual, pero sin darle mucha importancia. Sin embargo, dando un masaje a mi
padre, me vi a mí misma en una escena muy clara: me encontraba en un paisaje
árido, junto a otras personas, hacinada dentro de una especie de jaula de forma
rectangular. Esta pendía de una cuerda y era arrastrada por un mecanismo de
madera con ruedas empujada por varios hombres. Llegamos al borde de un
precipicio, con el mar al fondo, y alguien dio la orden de cortar la cuerda. La
jaula de madera, con todas las personas que íbamos dentro, cae con estrépito al
agua, donde perecemos ahogados. Tras esta imagen, mis emociones se desbordan y
comienzo a llorar desconsoladamente, segura en mi fuero interno de que ese
hecho ocurrió en realidad. Tuve que dejar de dar el masaje a mi padre, ir a
lavarme la cara, y después de respirar profundamente, volver a retomarlo.
Cuando mi padre se fue, busqué los apuntes sobre el resultado del
péndulo cuando investigué sobre la vida anterior que más me había marcado. Me
hablaba de que era una mujer, que me dedicaba a la sanación y vivía en Lemuria
muchos siglos antes de nuestra era. La muerte fue violenta, y rondaba los
cincuenta años. Todo encajaba, aunque no sabía nada de que hubiese existido un
continente llamado Lemuria.
Decidí entrar en meditación e intentar visualizar qué ocurrió en
realidad. Enseguida vi la imagen de una mujer sanando a varios enfermos en un
hogar muy humilde. Llegaban entonces unos soldados, que requerían su presencia
en un palacio, pues alguien muy allegado al rey estaba enfermo. La mujer se
negó a ir inmediatamente, pues tenía que terminar su trabajo. Los soldados
marcharon, y cuando la mujer llegó al palacio, el familiar del rey había
muerto. El castigo fue la prisión y la muerte que vivencié con el masaje Reiki.
Estoy escribiendo y se me hace un nudo en la garganta. Sé que fue así. Además
tenía un hijo, que es mi hijo también ahora. El trauma debió de ser horrible.
Ahora podía entender mi miedo a los ascensores, que siempre me ha
parecido irracional, porque no siento alivio aunque vaya acompañada de mis
familiares. No me niego a que monten mis hijos, por ejemplo, porque no lo veo
un peligro en sí mismo. El problema lo tengo yo, que soy quien sufre la
sensación de vacío en el estómago en cuanto se cierran las puertas. No siempre
ha sido tan acentuado, ya lo describí en otro capítulo, antes dependía de mi
estado de ánimo, y ahora se ha convertido en un reto siempre presente.
También comprendí por qué tengo claustrofobia en los cines, en el
metro, en los túneles, en los aviones,...
Fue impactante, pero también sanador, porque era verano, y en la
primera oportunidad que tuve de meterme en la piscina de mi casa descubrí que
el agua y yo éramos una. Comencé a
bucear sin las ridículas gafotas que siempre me ponía, pues tenían que
taparme también la nariz. Buceaba, y buceaba, y salía a tomar aire para volver
a adentrarme en el fondo de la piscina. Mi marido me miraba desde el borde con
cara de “¡Por fin, con lo mayorcita que es, ya era hora!”. Me sentía
profundamente feliz, y no dejé de bucear en todo el verano.
Clara, mi maestra, me ofreció entonces iniciarme en la energía de los
Serafines. Me dio un símbolo para invocarles y utilizarlo cuando canalizara su
energía. Desde hacía unos años, el tema de los ángeles estaba en todas las
tiendas . Era el verano de 2001, y sentí que podía ser algo bueno para mí, yo
que nunca iba a misa y era tan crítica con todo lo religioso. Pero los ángeles
tienen algo de infantil que siempre me ha atraído.
Fue otra decisión acertada. Comencé a combinar ambas energías, Reiki y
ángeles, en mis imposiciones de manos. Enseguida comencé a visualizar ángeles
que me daban mensajes, para mí o para los implicados. Un día me compré un juego
de cartas de ángeles de los muchos que hay en el mercado. Era el Día de la Madre , y le dije a mi marido
que era el mejor regalo que podía hacerme. Con ellas descubrí que hay muchos más ángeles de los que nos hablan las
Escrituras, que hay categorías de ángeles, y que sólo podemos recibir su ayuda
si les damos permiso para ello. Si les invocamos diciendo su nombre tres veces,
o simplemente les oramos, su acción es inmediata. Un ángel no te hace esperar.
Lo que sí es importante es estar abierto a ellos, y no pensar que son
casualidades las cosas que nos ocurren una vez que hemos contactado con ellos.
Las probabilidades de que en un mazo de cincuenta y seis cartas
extraigas la misma carta tres días consecutivos, son pequeñas, pero ocurren. Y
que respondan con exactitud a la pregunta que has formulado, o que te hablen de
tu situación actual con total fidelidad, ¿cómo lo explicarías? Sólo de una
manera: confiando en tu intuición, que es muy sabia, y en la fuerza celestial
que está ayudando en ese momento para que llegue a ti un determinado mensaje.
La conexión llega a ser tan fuerte, que en ocasiones me levanto con la
idea de meditar y orar con una determinada carta, y extraigo precisamente
aquella en que estaba pensando.
Algunas personas se han quedado realmente sorprendidas cuando, sin
saber su problema, las cartas han descubierto todo el engranaje y les han
ayudado realmente a encontrar una salida a sus bloqueos. Pero las cartas son
muy sinceras, y nos muestran claramente aquello que hay de oscuro en nosotros,
que a veces nos cuesta reconocer en público. Sin embargo, cuando recurrimos a ellas, es porque realmente
deseamos sanarnos, y después de recapacitar aceptamos el mensaje que nos están
dando, con el deseo de superar aquello que nos impide avanzar.
El mundo de las barajas es muy extenso. Las hay de Tarot realmente
espectaculares, de I-Ching, de runas célticas, de meditación con los chakras,
del oráculo maya,... y de Maestros Ascendidos. Las ilustraciones me atraen
mucho, pero ante el Tarot siento un respeto especial que me impide utilizarlo,
al menos por ahora.
En casa tengo algunas de estas barajas, pero la más curiosa, por cómo
llegó a mí, es la de los Maestros Ascendidos. Hace cinco o seis meses, en
estado de meditación, aparece en mi pantalla mental una mujer, semejante a una
diosa del Tíbet, sentada, con un tocado alto, como una corona, moviendo brazos
y manos suavemente. Emana una luz de color verde. Me dejo llevar por su ritmo,
y con los ojos cerrados, sigo sus movimientos (manos unidas a la altura del
pecho, después sobre la cabeza, las piernas cruzadas en postura de yogui,...) Me
doy un masaje energético, y oigo una palabra repetidamente: “Saktriya”.
Esta imagen femenina aparece en mis meditaciones durante dos o tres
días, y esperando a una amiga delante de una librería, entro a hacer tiempo, y
salgo, como siempre, con varios libros, y además el “pack” de libro y cartas
“La presencia de los Maestros”, de Jeanne Ruland, la misma autora que mis
cartas de los ángeles.
En la meditación del día siguiente extraigo una carta de la nueva
baraja y me encuentro con una figura femenina igual a la que aparecía en mis
meditaciones de días antes. Es Arya Tara, gran madre divina del Tíbet, que
tiene veintiún formas divinas de aparición. La más conocida es la de Tara
verde, representando a la madre de la compasión. El rayo verde establece el
contacto con todo lo existente, es la luz de la superación de los obstáculos,
de la alegría y del éxito. En su forma de Tara Blanca expresa la máxima
inteligencia de lo divino. Estas son las dos formas más conocidas, pero yo
nunca había oído hablar de ella.
Arya Tara es un refugio en los momentos de necesidad, miedo,
inseguridad y oscuridad, porque la luz verde actúa de manto protector, al igual
que el manto de la Virgen
María , reina de los ángeles, la energía divina femenina
reconocida por el cristianismo. Ambas trabajan desde el rayo del corazón, del
amor. Y digo trabajan, porque su labor es ayudar al ser humano en su camino
hacia la luz. Esa es su meta.
En mis meditaciones diarias sigo escuchando a Arya Tara. Me da ánimos
y me informa de la fuerza femenina, de la importancia que tiene, y de la fuerza
renovada de la mujer en esta nueva Era. Pero esta energía lleva milenios siendo
distorsionada, mal entendida y perseguida.