Has perdido a un ser querido y te preguntas si la pérdida es definitiva.
Nunca pensaste que pudiese ocurrirte a ti. Le ocurría a otros. Perdían a sus parejas, sus padres, sus hijos, sus amigos,...pero no tú. La vida que nos hemos organizado no tiene en cuenta que algún día faltaremos, y puede ser hoy. Así es nuestra sociedad: fría y distante con la muerte.
Intentamos ignorarla, porque nos da miedo. Pero cuando fallece un ser querido, despertamos de repente. Ha ocurrido. Es real. ¿Y ahora qué?
Nos inunda una gran tristeza, un año de duelo y no levantamos cabeza. Nada tiene sentido para nosotros. Vivimos ya más fuera que dentro de este mundo , preguntándonos qué hay más allá.
En la era de la comunicación, en que nos encontramos, la ventaja es que cualquiera puede contarnos su experiencia desde cualquier lugar del mundo. Entramos en Internet y encontramos experiencias de personas que han sufrido y sufren igual que nosotros. La ventaja es que las hay de culturas diferentes a la nuestra, y nos dan otra visión de dónde están ahora nuestros seres queridos.
Porque en el fondo eso es lo que nos preocupa. La muerte no podemos evitarla, pero, ¿volveremos a verlos?
Aquí surge una figura que, aunque públicamente rechazada durante milenios, sirve de vínculo de unión entre los dos mundos. Hay personas que tienen desarrollada su intuición hasta el punto de poder conectar los dos mundos, el material y el inmaterial, el de aquí, y el de más allá.
Hay innumerables libros que cuentan casos de personas que han tenido experiencias de vida después de la muerte, porque han vuelto de ella. Hay autores como Elizabeth Kubbler- Ross o Brian Weiss que han dedicado parte de su vida a recopilar esos casos en libros tan interesantes como creíbles ( por la cantidad de datos que presentan), pues vienen de la mano de médicos, de psiquiatras, de personas de ciencia, y no es nada más creíble en nuestra sociedad que la palabra de la razón, de la lógica, de los que representan la veracidad a través de lo que nuestros sentidos pueden captar. Sin embargo, estos hombres y mujeres de ciencia no pueden demostrarlo con sus cinco sentidos. Han tenido unas experiencias, han ido en busca de personas con experiencias similares, o inclusos superiores, y las muestras al mundo para quien quiera escucharlas.
Pero hasta que no nos sentimos profundamente doloridos y apenados no solemos indagar en estos temas. Nos dan tanto miedo que no nos acercamos a ellos a no ser por necesidad extrema.
Y entonces es cuando nos hablan de una persona que tiene la capacidad de ver a los seres que han fallecido. Al principio dudamos, desconfiamos. ¿me estafarán? ¿se aprovecharán de mi debilidad?
No se dan cuenta que la persona que tiene la capacidad mediúmnica no lo ha escogido de forma consciente. A ella también le ha sorprendido tener esa facultad. Ha estado mucho tiempo escondida por miedo al rechazo. Pero sabe que si tiene esa capacidad es por algo.
Quizá pueda ayudar a la Humanidad a ser un poquito más feliz. Tal vez pueda aliviar el dolor del humano que tiene que seguir viviendo aquí sin su ser querido. Y decide abrir la puerta y dejar que entren aquellos que realmente buscan respuestas. Con tranquilidad, con respeto, sin ánimo de obtener a cambio nada más que la sensación de haber hecho lo que tenía que hacer.
Os cuento esto porque yo soy una de esas personas que pueden ayudar a conectar las dos dimensiones, que tiene la capacidad de conectar almas a través del tiempo y del no-tiempo. Y os doy las gracias de antemano por creer que es posible y que el ser médium no es a priori un obstáculo para la honestidad.
En este mes de junio se publica mi libro "Luz en la escalera. El comienzo del despertar" (ver algunos capítulos aquí, en el blog), donde cuento cómo fue mi experiencia al descubrir mis capacidades a los 22 años después de que me detectasen un cáncer de piel y los temores que he tenido que ir superando para poder abrir esa puerta a la que estáis ahora invitados a llamar.
Namasté
