Esta importante pregunta se la ha
hecho el ser humano a lo largo de toda su historia, porque, en verdad, el hombre es un misterio para el hombre. Por ello
todas las corrientes filosóficas han intentado responderla según su perspectiva,
y según en la época histórica en que surge cada una de ellas.
Personalmente creo que el ser
humano es una creación de un Ser
Superior que tiene como meta evolucionar y perfeccionarse a sí mismo superando
sus propias limitaciones.
El hombre nace repleto de
imperfecciones pero con la capacidad de superarlas. Son imperfecciones aquellas emociones que nos
provocan las diferentes situaciones de la vida, pues lo importante no es el
problema que podamos tener, sino cómo vivimos y cómo nos afecta dicho problema. Por ello el reto es identificar y trascender
esos sentimientos, utilizando las capacidades innatas que poseemos. El problema
es que la mayoría de los humanos se muestran ignorantes de tales capacidades y
viven sin comprender cuál es su verdadera naturaleza. La sociedad, conjunto de
seres humanos con creencias muy diversas sobre su origen y destino en el
planeta, ha creado toda una red de creencias que nos limitan y nos llenan de
dudas cuando intentamos avanzar en el sentido del descubrimiento positivo.
Al hombre se le puede observar
desde diferentes perspectivas, porque es tan complejo que abarca varias
dimensiones: física, psicológica, espiritual,… y todas ellas forman el ser más
perfecto que existe sobre el planeta Tierra. Esta visión, sin embargo, no es
compartida por la humanidad en general. Dentro de la complejidad del ser humano
y de su libre albedrío, surgen diferentes interpretaciones y maneras de
entender esta cuestión, apoyadas por
diferentes ideologías, religiones y sistemas de pensamiento, algunas
radicalmente opuestas entre sí.
La primera dificultad estriba en
conciliar la idea de que el hombre tenga un creador, el cual puede entenderse
como una entidad o energía creadora, depende de las corrientes espirituales o religiosas que lo aborden. Pero
otras ideologías lo rechazan completamente.
Por otra parte, muchas corrientes
de pensamiento no consideran que el ser humano tenga ninguna misión concreta.
Nace, como nace una flor en el campo o un león en la selva. Es ley de vida, y
nadie se va a preguntar por qué o por qué no. Ocurre porque el ciclo de la vida
funciona así.
Que el hombre nace lleno de
imperfecciones tanto físicas como
psíquicas es evidente, y muchas religiones nos recuerdan nuestro estado de pecadores desde que
nacemos, mostrándonos actitudes correctas para salvar la situación en vida.
Otras corrientes consideran al ser humano un ser superior, pero depende de en
qué zona del mundo nazca o de qué color sean sus ojos y su piel. Teorías para
todos los gustos que sólo crean diferencias entre unos seres humanos y otros
pero no dan una única respuesta, cuando
debería haberla, pues todos somos de la
misma naturaleza.
El hombre es una creación tan
perfecta, que es imposible que sea una casualidad. Algunas corrientes
filosóficas mantienen esta tesis, pero raya en lo absurdo, porque, ¿quién puede
creerse que todo lo que existe en nuestro planeta, incluido el hombre, sea fruto de una casualidad? Más aún si se tiene
fe en una Conciencia Superior, creadora de todo lo existente con una finalidad que,
eso sí, escapa a nuestra comprensión humana.
Pero, realmente, como cuentan
algunas historias en Oriente, si el ser humano no tuviera delante de sí ese
misterio, el de su propio origen y finalidad, se habría parado, habría dejado
de evolucionar, cuando con toda seguridad ha sido creado precisamente para eso,
para seguir avanzando y alcanzar su meta: llegar a ser lo mejor que puede
llegar a ser como ser humano.
¿En qué consiste ese ser mejor? En
desarrollar todas las cualidades positivas que posee, todos los valores que le
hacen crecer, como son la bondad, la honestidad, la sinceridad, la libertad, y
todos los valores que le hacen mejor como persona y ayudan a que todos sus
iguales sean también mejores. La meta es
vencer las características humanas que más le alejan de ese fin, como son la
ira, el orgullo, la envidia, el odio, y tantas emociones que llevan al hombre,
individual y colectivamente, a la infelicidad.
En la Grecia clásica, los
filósofos recomendaban el famoso: “Conócete a ti mismo”, como clave para
conocer el mundo, y en verdad esa es la manera de andar nuestro camino, un
camino que puede llevar toda una vida, pero un trabajo que, a pesar de ser
hercúleo, da sentido pleno a nuestra existencia. Vivimos inmersos en un mundo
tan complejo que nos cuesta comprendernos a nosotros mismos y distinguir todas
las partes que nos componen. No
conocemos realmente nuestra verdadera naturaleza y dudamos de estudios que nos
presentan al hombre como un complejo conjunto de características psíquicas y
espirituales. Tendemos más a creer los razonamientos que nos vienen de fuera
que aquellos que sentimos en nuestro interior. El problema es que en el
exterior hay tantas creencias como seres humanos han poblado el planeta,
mientras que nuestra creencia es nuestra, genuina, auténticamente nuestra.
Por lo tanto, “¿Qué es el
hombre?”, es un misterio para sí mismo, un profundo misterio gracias al cual se esfuerza
cada día en encontrar el camino para seguir avanzando, siempre y cuando, claro,
sea consciente de la grandeza que se esconde dentro de sí mismo. Si se ha
convencido de las teorías de quienes opinan que el ser humano es una casualidad
sin sentido que no debe creer más que en aquello que le muestran sus sentidos,
se encontrará alienado, deprimido y dejando pasar los días de su triste vida
sin encontrar un sentido ni a los mejores momentos que le parezca estar viviendo,
que se le escaparán entre los dedos como la fina arena del desierto, para
quedarse sin nada , con las manos vacías,
intentando asir un significado que no
logra alcanzar porque se ha confundido de camino, se ha parado ante la vida, y
ha dejado de buscar. Ha dejado que otros opinen por él, y le han despojado de
uno de los mayores bienes del ser humano: la capacidad de buscar y encontrar la
respuesta a la gran pregunta de quién es él realmente.