lunes, 18 de julio de 2016

Manual anti-crisis

               

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Desde tiempos inmemoriales, desde que la vida es vida en nuestro planeta, el ser humano se ha enfrentado a innumerables crisis. Crisis de todo tipo: políticas, económicas, religiosas, familiares,… y de todas ellas el ser humano ha sido capaz de salir más o menos airoso.

El ser humano tiene la capacidad innata de solucionar todos los problemas, de superar todo tipo de crisis, porque su ADN está dotado para ello. Son las crisis las que realmente nos ayudan a crecer, las que nos enseñan el verdadero camino, que siempre está ahí, pero que permanece invisible a nuestros ojos hasta que algo nos hace dirigir nuestra mirada hacia él. Así somos. Las buenas palabras, los mensajes de los sabios, la experiencia de aquellos que anduvieron el camino, no nos sirven. Es un golpe en nuestro destino, una crisis profunda en forma de enfermedad, accidente, revolución social, problema económico,  o cualquier otro tipo de incidente grave, el que nos sacudirá desde los cimientos y nos dirá: “Para. Algo está ocurriendo. Algo grave. ¿Por qué? ¿Y por qué a mí, a mis seres queridos, a mi casa, a mi negocio,..?¿Puedo hacer algo para solucionarlo?”

Es en ese punto donde el ser humano normal y corriente suele detenerse a recapacitar sobre su implicación en el problema que está viviendo. Si tiene una buena capacidad para conectar con lo más profundo de sí mismo, se dará cuenta en seguida de que aquello que le ocurre no le es ajeno. Por muy lejano que parezca , todo en el Universo está enlazado, unido y concatenado, y no es casual que esté ocurriendo lo que está  precisamente ocurriendo. Este sería el caso de un ser humano que tiene una conciencia en proceso de expansión. Muchos lo llaman “estar despertando”.

Por desgracia, todavía existen muchos seres humanos que, inconscientes de su participación en todo lo que les rodea, se mantienen en la firme creencia de que la culpa de lo que ocurre es exterior a ellos  mismos, y sí, hay culpables siempre.  Esa ha sido la dirección en que ha ido la Humanidad en los últimos milenios. Solo unos pocos sabios han sabido ver el camino desde el principio y han andado por él a pesar de haber sido tachados de locos, insultados o incluso asesinados.

Pero a lo largo de nuestra Historia son ellos y ellas los que nos han dado ejemplo de que llegar a ser plenamente conscientes es posible. Que un ser humano que trabaja con otros seres humanos para conseguir la paz es , no sólo posible, sino necesario.

                          

Esos hombres y mujeres sabios nos daban miedo porque sabíamos de su poder. Tenían en sus manos las respuestas a todas nuestras preguntas. El problema es que los seres humanos no estaban preparados para recibirlas. Las sentían como una amenaza, especialmente por aquellos que se sabían poderosos y veían tambalear su posición.

Las palabras y los hechos de tantos grandes hombres y mujeres siguen vivas entre nosotros. Diferentes  filosofías, religiones y tradiciones han recogido su legado, mucho del cual ha estado escondido durante milenios, esperando a que la Humanidad estuviera preparada para recibirlo, comprenderlo y aceptarlo. 

Vivimos momentos de cambio, de apertura de las conciencias, de derrumbe de instituciones y de creencias que ya no nos sirven. La intercomunicación global a través de Internet, los medios de comunicación de masas, el cine, el movimiento de la Nueva Era, la democracia que permite a los ciudadanos opinar, votar, elegir, los adelantos científicos, los descubrimientos aportados por la física cuántica,…tantos y tantos factores han hecho de ésta una época especial, llena de posibilidades, donde por fin las conciencias están preparadas, en gran grupo, para iniciar el  gran salto.

No hemos de temer las crisis, sino el cómo nos enfrentamos a ellas, las solucionamos y damos nuevos rumbos a nuestras vidas. La crisis que estamos viviendo en la actualidad es una crisis global.  Lo que ocurre en cualquier lugar del planeta ya no nos es ajeno, pues sabemos que todos dependemos de todos y  las consecuencias que tienen las acciones de unos pueblos sobre otros. Los medios de comunicación nos tienen informados al minuto de todo lo que ocurre en cualquier lugar del planeta, incluso del espacio conocido. Nadie puede esconderse del  gran ojo que todo lo ve, y eso nos favorece en el sentido de que nos da la oportunidad de hacer algo para que las cosas cambien.

El  gran arma de la Antigüedad era la incultura del pueblo. Aún hoy quedan vestigios de ello en no pocos países, donde se mantiene en la ignorancia a las mujeres, o no se educa a los jóvenes para que no sólo sean más manejables sino para que con su trabajo sustenten el poder de sus dirigentes. Pero ahora sale a  la luz todo el proceso.  Desde nuestros hogares opinamos sobre lo que ocurre en esos países, y la opinión  de muchos crea cambios en el mundo.

Somos poderosos, porque todos tenemos la capacidad de ser grandes, de ser como las personas sabias que nos han abierto el camino hacia la expansión de nuestra conciencia y nuestro propósito en la vida: ser todo lo felices que podemos llegar a ser y ayudar a otros a conseguirlo.

 ¿Demasiado simple? ¿Demasiado igualitario?  De ninguna manera. Dentro de ese propósito hay millones, billones, trillones de maneras de conseguirlo, una por cada ser humano que nace en el planeta Tierra. Lo interesante, lo importante, lo grandioso, es que todos compartimos un mismo propósito, y ha llegado el momento de dejar de negárselo a otros seres humanos para favorecer el que unos solos lo consigan. No es una lucha por el poder el que ha de ocuparnos, sino un caminar solitario por el camino de la felicidad propia para desde ella invitar a otros a que nos acompañen.

No es un sueño, es una realidad, la única realidad, que si todos entendiéramos, acabaría con las guerras entre países, las luchas de poder en los trabajos, las familias, las comunidades de vecinos, en todo tipo de relación humana que podamos imaginar.

Pero para ello hemos de luchar con nuestro enemigo, el que todos llevamos dentro: nuestro ego. La mente es la parte de nuestro ser que ha tomado el poder y nos ha empujado a olvidar nuestra alma. Sólo desde el alma, desde nuestra parte espiritual podemos llegar al camino de nuestra felicidad y avanzar por él de manera definitiva. Sin embargo, la sociedad contemporánea vive volcada en los apetitos del ego, dirigiendo toda nuestra atención hacia el exterior de nosotros mismos, haciéndonos creer que lo más importante en nuestra existencia es la parte material de la misma. 

Seamos optimistas y confiemos en la sabiduría del ser humano. El mundo está avanzando de manera alocada por un camino que parece llevarlo a la destrucción. No identificamos qué es el ego y hasta la palabra nos parece extraña. Ese es su gran mérito, el hacerse invisible a nosotros y dirigir nuestras vidas hacia una felicidad pasajera y una infelicidad segura, prueba de lo cual son los trastornos psicológicos tan habituales en  la actualidad, las guerras civiles que no acaban, las amenazas terroristas, la violencia en las calles y muchos factores más de los cuales nuestros egos son los únicos responsables.

Confiemos pues en la fuerza de muchos seres humanos trabajando a la vez, desde distintos lugares del mundo y desde diversos ámbitos de la vida cultural, política y social, que están haciendo un gran esfuerzo por transmitir a todo el planeta una conciencia global de paz y felicidad, con unos conocimientos que traspasan la línea de la Religión y la Ciencia establecidas. Que se implican y comparten todos los conocimientos  que están llegando a ellos desde diferentes fuentes, algunas antiguas, otras totalmente actuales, y que tienen la única meta de ayudarnos a todos los seres humanos a salir de nuestra propia crisis y darnos las herramientas necesarias para conseguir el Cielo aquí, en la Tierra.




Son muchas las personas que se están preguntando por el futuro de nuestro planeta. ¿Conseguirá el ser humano sobrevivir a tanto caos? ¿Utilizaremos para el bien tanto avance tecnológico? ¿Aprenderemos de una vez a evitar los enfrentamientos y las guerras después de los resultados precedentes?

Estas y muchas preguntas se hace el ser humano de hoy en día, concienciado más que nunca de la gravedad de la situación del planeta y con toda la información disponible en sus manos para tomar decisiones y opinar al respecto.

Hay una apertura de conciencia emergente desde hace varias décadas, que está empujando en el sentido del camino no violento para solucionar las diferencias , sean del tipo que sean, con un trabajo personal, interior, de cada ser, que se refleja con resultados inmediatos en el exterior.

La pregunta que se hacen muchos al oír sobre la existencia del este camino, es “¿Pero cómo se hace? ¿Qué pasos tengo que dar?”.  Nuestra mente, que es en la que se sustenta  toda la parafernalia de nuestro sistema de creencias, nos pide rápidamente respuestas. Nos exige pasos a seguir, resultados inmediatos, consecuencias futuras de nuestros actos, justificación a todo paso que vayamos a dar.

Vivimos una vida equivocada, todos y cada uno de nosotros, con honrosas excepciones, porque le hemos dado tanta importancia a nuestro cerebro que nos hemos olvidado de que tenemos un corazón. Nuestra s sociedades se basan en la lógica, y se prepara a los ciudadanos desde niños para que sus mentes rindan al mejor nivel posible. Esto crea diferentes disfunciones y enfermedades en los seres humanos, que sin embargo son tratadas como algo normal e inevitable. Pero la buena noticia, no nueva, porque lleva milenios intentando calar en nuestras mentes, es que el verdadero poder no reside en nuestros cerebros, sino en nuestros corazones, sede de nuestras emociones. La enfermedad y el sufrimiento no son lo normal y son totalmente evitables.

Si comenzamos a escuchar a nuestros corazones, léase intuiciones, desaparecerá la lucha entre nuestros verdaderos deseos y los deseo de nuestra mente. De esa lucha surgen todos los problemas del ser humano, desde las dolencias físicas a las psíquicas, de las cuales derivan todos los problemas de relación y con ello todas las luchas entre seres humanos.

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Nuestro corazón, ese órgano tan simpático que utilizamos para representar lo mejor de nosotros mismos, el amor, es el órgano más potente del cuerpo. Irradia un campo magnético 5000 veces más grande que el del cerebro, del cual surge, además, la segunda fuerza fundamental en el ser humano: el miedo. Vivimos por tanto, controlados por un órgano que va a dirigir siempre nuestros actos hacia el camino menos adecuado para nuestra salud, pues una vida dirigida por el miedo no es  la vida que merecemos.

El despertar de la conciencia consiste precisamente en esto, en saber que estamos dominados por nuestra mente  e intentar evitarlo.

¿Cómo nos controla la mente?  Muy sencillo ,es esa voz constante que inunda nuestro día a día de advertencias, quejas, temores, suposiciones, creencias negativas y todo tipo de miedos que frenan el verdadero avance de nuestro ser hacia la felicidad.

¿ Y cuál es el camino hacia la felicidad? El camino es escuchar nuestra intuición, nuestro corazón, nuestra alma. Su voz es menos potente, pero siempre es la primera. Cuando nos dicen: ”Haz caso de tu primera intuición” nos están hablando del “efecto corazón” .Siempre hay una primera intuición para todo, porque el corazón es nuestra naturaleza más sabia y es la primera en responder. Pero a continuación entra en acción el “efecto cerebro” , casi al instante, para frenar el impulso que nos salvaría, y comienza a minar nuestra primera intención: “¿Te lo has pensado bien? ¿Tú estás loco, qué van a decir tus amigos, vecinos, familiares, conocidos? Seguro que sale mal. No estoy seguro. No sirvo para esto. Siempre me sale todo mal, etc, etc, etc”.

Esa es nuestra mente en acción, socavando nuestra moral y evitando nuestra felicidad. Pero, ¿qué interés puede tener una parte de nosotros mismos en hacernos la puñeta? Muy fácil. El instinto de supervivencia.

En el principio de la Creación, se produjo algo singular. Para que el ser humano pudiese experimentarse a sí mismo, y la Fuerza Creadora lo hiciera a través de nosotros, necesitábamos , ya que éramos luz, experimentar la oscuridad. La parte de nosotros que nos pone en contacto con la oscuridad es nuestro ego, que reside en nuestra mente, y nos prueba constantemente hasta el punto de ocupar el 99,9% de nuestra conciencia. El 1% está en contacto con la Luz, que es la voz de nuestra intuición. Por ello, cada vez que conseguimos silenciar nuestra mente, nos ponemos en contacto al 100% con la Luz y tenemos un atisbo de la verdadera felicidad, del Cielo en la Tierra.

Luego, no hay ningún enemigo con quien luchar, no hay nada exterior a nosotros que nos esté dañando. El daño proviene de nuestro interior, y del alimento que le demos a nuestra parte oscura surgirá todo el daño que sufriremos en nuestra vida.

“¿Cómo? ¿También somos causantes de todo lo que nos ocurre en la vida? ¿No sólo de nuestras enfermedades  sino también de  nuestras experiencias? Esto es ridículo. ¿ Yo qué culpa tengo?” Nuestra mente está encantada echando por tierra todos los argumentos que pueden hacernos felices, porque en el momento en que comenzamos a escuchar a nuestro corazón, el ego va perdiendo poder, hasta desaparecer. Y sí, somos causantes de todo lo que nos ocurre. ¡Qué buena noticia! Porque si lo hemos creado, si lo hemos hecho, podemos deshacerlo, y eso nos hace muy poderosos.

“Entonces, ¿no necesitamos medicinas para sobrevivir? ¿Soy capaz yo solo de alcanzar la felicidad sin adquirir todo tipo de aparatos, muebles, ropas, juegos, entretenimientos, coches,…? ¿Puedo dirigir mi vida de forma que todo lo que me ocurra sea para mi bien? Es imposible”.  Nuestra mente de nuevo. Pero es posible, y de ello son muestra muchas personas que están contando sus experiencias en todos los medios posibles desde hace varias décadas. No son personas con más suerte que nosotros, o que han nacido con una flor en algún sitio,  no. Son personas que han sentido en algún momento de sus vidas que hay algo más que lo que nos están contando de forma oficial.

Durante siglos se ha tachado de magia y superstición lo que en la actualidad está siendo demostrado de forma científica. Empezando por Einstein y acabando en científicos actuales como Joe Dispenza, se están desmoronando muchas de las creencias que se tenían sobre cómo funciona el cerebro humano, y de cómo funciona éste depende nuestra calidad de vida.

A pesar de todos los problemas de nuestra sociedad, contamos con una libertad sin precedentes conocidos para expresar con libertad lo que pensamos e informarnos de los estudios de otras personas sobre todo aquello que nos interese, al menos en el mundo occidental. Una vez que tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, nos preguntamos cómo podemos ser más felices, y surgen así diferentes investigaciones, apoyados por los avances de la Física Cuántica, que han dado de la mano a  la Ciencia y la Religión, tantos siglos distanciadas.

Nuestro cerebro funciona emitiendo unas ondas determinadas según la función que esté realizando, y cuando las ondas se emiten desde un estado de meditación, ondas alfa, la conexión con nuestra alma es inmediata, y podemos recibir información muy precisa sobre lo que es mejor para nosotros.

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Pero, ¿qué hago si no tengo tiempo de meditar? Esa es una excusa de nuestra mente. ¿Tengo tiempo para comer? ¿Y para dormir? Pues entonces también la tengo para entrar dentro de mí mismo, relajándome, respirando profundamente y conectando con mi Yo más profundo. La sanación  que voy a recibir de esos minutos de retrospección me van a ayudar más que ver ningún programa de televisión, realizar un deporte, viajar, hablar con un ser querido o cualquier otra actividad que me dirija hacia el exterior. No digo que no sean importantes las actividades hacia el exterior, lo que digo es que no deben ser las únicas ni son las más importantes.

Todo en nuestra sociedad está dirigido a que nuestra atención se vuelque hacia el exterior de nosotros mismos, como si la felicidad la fuésemos a encontrar allí. Pero la realidad es que por más que buscamos, la felicidad no está fuera, sino dentro de nosotros. Lo importante no es lo que nos ocurre, sino cómo reaccionamos ante lo que nos ocurre. Es más , lo ideal para nuestra propia felicidad es la no reacción. Muchos sabios de la Antigüedad nos hablaron de este estado del ser. Ellos nos han servido de ejemplo a las generaciones futuras. La Kabbalah nos muestra ahora, en la actualidad, sus enseñanzas, guardadas durante siglos con la esperanza de que una masa crítica de humanos alcanzara la suficiente conciencia para comprender sus textos sagrados. En ella nos hablan del ego como el Oponente. Su explicación del origen de la Creación es muy interesante y da respuestas a todas las preguntas del ser humano con la mente abierta a explicaciones diferentes de las tradicionales de la ciencia y religión establecidas.

El libre albedrío está ahí para que cada uno escojamos lo que queremos leer y escuchar. Opciones, hay muchas. Y cuando una masa crítica haya alcanzado un nivel de conciencia adecuado, cuando hayan despertado, ocurrirá como con aquellos monos de la isla, que empezaron a actuar de manera diferente y de forma automática lo hicieron todos los monos de su especie en el planeta. Natural. Estamos todos interconectados.


Un mundo en evolución constante no podía tener otra meta que alcanzar un punto culminante, un momentum donde la condición humana llegase a su máxima expresión. La vida en este planeta no es más que el largo caminar del ser humano para alcanzar su mejor versión. El trabajo incansable por conseguir lograr el propósito de estar vivo. Y ese propósito es la felicidad plena.

Todos tenemos un recuerdo de esa felicidad máxima, de esa sensación de paz indescriptible, porque todos provenimos de ella. Desde el momento de nuestra creación mantenemos el recuerdo en nuestras mentes de lo que nuestra vida puede llegar a ser.

En el comienzo no había más que una energía de amor que todo lo envolvía. Pero esa  dicha sin fin no colmaba el objetivo por el que fuimos creados. La única manera de que sintiésemos una felicidad verdadera era consiguiéndola con nuestro propio esfuerzo, no como un regalo de nuestro Creador. Todo este proceso de la creación de la luz y la oscuridad, el bien y el mal, están maravillosamente explicados en las enseñanzas de la Cábala.

 En el libro del famoso cabalista Yehudá Berg, “El  poder de la Kabbalah. Tecnología para el  Alma” , se explica detalladamente todo el proceso, con el único propósito de proporcionar las enseñanzas y las herramientas que ayuden a mejorar la vida de las personas y  lograr la apertura de las conciencias de todo aquel preparado para aprender.

De forma concisa, mostraré algunas de las enseñanzas más interesantes que desvela.

En primer lugar, considera que nuestra esencia está hecha de deseo.  Todos buscamos constantemente satisfacer nuestros propios anhelos. Si no tenemos un deseo interno, sea para lo que sea, no nos moveremos. Aunque sea el deseo de satisfacer a otros. Y hay distintos tipos de deseos:  los que tiene sus raíces en el deseo animal ( deseo de comer, de dormir, de realizar el acto sexual,…), los que no se encuentran en el citado reino ( honor, poder, prestigio…) y los relacionados con el raciocinio del ser humano ( ansia de sabiduría, conocimiento y respuestas).

El deseo,  es considerado como un recipiente vacío que desea ser llenado. Y si ahondamos en nosotros mismos, descubriremos que desear la felicidad continua es el único lazo de unión entre todos los seres humanos. La felicidad ininterrumpida  es nuestro objetivo primario, aunque varía de unas personas a otras.  Para la Cábala, todos los objetos de nuestros deseos, que nos aportan satisfacción, son  denominados Luz.

La Luz serían los distintos colores de la felicidad que todos deseamos para nuestras vidas. En ella están contenidas todas las formas imaginables de placer que puede anhelar un alma, así como la fuerza de la intuición, que atrae a nuestras vidas las circunstancias y personas adecuadas para nuestro mejor desarrollo personal.

Pero el hecho de que nuestros deseos , nuestra vasija, no se llene constantemente de Luz, es la raíz de nuestra infelicidad e insatisfacción. Por ello, cuanta más Luz haya en nuestras vidas, más tiempo se mantendrán satisfechos nuestros deseos y más felices seremos.

Por tanto, el deseo máximo del ser humano es el deseo de obtener Luz, y esta se encuentra en todas partes, porque es infinita e ilimitada. Pero, entonces, ¿qué se interpone en nuestro camino hacia la felicidad continua? Lo que se interpone es una cortina. Lo que Kryon denomina el velo.

Esta cortina divide nuestra realidad en dos reinos: el del mundo físico ( 1%) y el resto de la Creación (99%). El mundo físico supone una fracción mínima de todo lo creado y contiene solamente lo que percibimos con nuestros cinco sentidos. Todo lo que ocurre en este mundo físico responde a una causa oculta, más profunda, cuya semilla  se plantó en algún momento del pasado. Así, suceda lo que suceda, ocurre por una razón, aunque no seamos capaces de reconocerla.

Se demuestra así, que todo está conectado en un nivel más profundo de realidad. Por muy caóticas que nos parezcan las circunstancias que nos rodean, siempre hay un orden oculto que las rige. El problema es que existe una cortina que limita nuestra capacidad de detectar todas las causas ocultas.

Así, vivimos en contacto con una pequeñísima porción de la realidad, buscando desesperadamente satisfacer en ella nuestros deseos más profundos. Unos nos amparamos en  la religión, otros en la ciencia, en el ansia de poder, las drogas y muchas ilusiones más, que no llenan nunca el vacío interno existente.

Te estarás preguntando: ¿Hay alguna manera de salir del reino del 1 por ciento y alcanzar el del 99 por ciento? Sí, la hay. De hecho entramos en contacto con esa realidad constantemente, aunque no permanecemos en él durante mucho tiempo, pues siempre que experimentamos placer significa que hemos entrado en contacto con esa realidad por medio de alguna acción que ha tenido lugar en el reino del 1 por ciento. Un ejemplo de ello son los descubrimientos científicos, los momentos de creación de los grandes artistas y por supuesto todos los instantes de plena felicidad de las personas normales y corrientes.

La realidad física es un reino de caos donde reaccionamos continuamente a sucesos externos, la felicidad es efímera, nos sentimos víctimas de las circunstancias, nuestros deseos permanecen generalmente insatisfechos y no parece haber esperanzas de que se produzcan cambios permanentes. La vida nos parece difícil e imprevisible. Vivimos en el reino de la Oscuridad, y el reino de la Luz nos parece inalcanzable.

Ese reino de la Luz no es una invención , existe realmente, y los científicos están comenzando  a corroborar su existencia con no pocos experimentos, entre los cuales se encuentran los de la Física cuántica, que ha llegado a dar de la mano  a la Ciencia y la Religión, tantos siglos enfrentadas. Según los experimentos en ese campo, ese reino, aunque inexistente a los cinco sentidos, es una realidad mucho más auténtica que todo nuestro mundo físico. 

El problema se encuentra en nuestra incapacidad de controlar los momentos que conectamos con el reino del 99 por ciento, pues suele ser de forma accidental y por escaso margen de tiempo. Todo lo que deseamos se encuentra en ese reino, en el reino de lo etéreo : amor, paz mental, satisfacción, sabiduría, control, salud,… y para conseguirlo perseguimos cosas materiales, perceptibles por nuestros cinco sentidos.

Cuando nuestros deseos parecen ser ignorados por el universo, sentimos infelicidad e insatisfacción . El caos , en  sus diversas formas ( enfermedades, dificultades económicas, miedos, presiones sociales, etc), provoca que nuestros anhelos se vean insatisfechos, pero cuando aprendemos a conectarnos con ese reino podemos controlar los eventos de nuestras vidas. Podemos prevenir y eliminar el caos que provoca nuestro sufrimiento.  “Podemos encender la Luz y vencer a la oscuridad”.

El secreto de la realización se encuentra en dicha conexión, y existen herramientas y métodos para lograrlo.

Podemos salir de la crisis personal y social si hacemos uso de dichas herramientas y no nos dejamos vencer por el miedo. Las crisis existen para ser vencidas, para salir de ellas como el Ave Fénix que está dentro de nosotros pujando por salir y hacernos libres.