miércoles, 8 de abril de 2015

Cómo superar el sufrimiento

Pasa la vida ante nuestros ojos, y no nos damos cuenta de que el sufrimiento no es más que un mojón más en el camino. Evitamos por todos los medios sufrir. Le tenemos miedo. Y es que no conocemos la esencia del sufrimiento.

En el momento de nuestra creación como almas fuimos colocados en una posición de aprendizaje continuo. Hay doctrinas, como La Kabbala,  que mantienen que , en un principio, todas las almas vivían en la Luz, junto a nuestro creador, pero llegó un momento en que las mismas almas desearon ganarse por sí mismas esa posición tan ventajosa. Es como cuando el hijo de un empresario hereda el negocio próspero del padre pero prefiere empezar desde abajo para ganarse realmente ese puesto y conocer a fondo todos los entresijos de la empresa.



Nosotros hicimos lo mismo. Comimos del Árbol del Bien y del Mal, metafóricamente hablando, escogimos vivir todas las posibilidades  y nos arriesgamos a crecer conociendo tanto las buenas como las malas experiencias de la vida.

Desde ese momento, nos alejamos de la Luz creadora para ir acercándonos a ella poco a poco, encarnación tras encarnación,  con el esfuerzo que supone no recordar nada de la chispa de Luz que llevamos dentro y el trabajo de luchar contra nosotros mismos para conseguir liberarnos de aquello que nos aprisiona.

La lucha es contra nuestro ego; esa parte de nosotros que coarta todos nuestros intentos de avanzar, la voz que nos recuerda lo  supuestamente insignificantes que somos. Pero cuando el alma se encarna en el plano terrestre, se divide en varias partes. Para simplificarlo, podemos  decir  que una encarna en la dimensión física, pero otra queda en la dimensión superior de la que provenimos, conformando el Yo Superior, que mantiene toda la sabiduría que como almas vamos acumulando a lo largo de nuestras vidas.




Para contactar con ese Yo Superior existen diversas técnicas, una de ellas la Meditación, que consiste en escuchar nuestra voz interior. Si ahí se encuentra nuestra chispa divina, ya sabemos quién nos está hablando. Intentamos racionalizarlo y lo llamamos sexto sentido, intuición. Es la voz que sabe lo que somos y lo que necesitamos. Y está esperando a que contactemos con ella.

Si lo hiciéramos, dejaríamos de tener miedo al sufrimiento, pues le encontraríamos un sentido, aparte de que aprenderíamos a evitarlo en gran medida. ¿Cómo? Hay mucha información al respecto en los últimos años. Somos lo que creemos. Nuestras creencias conforman nuestra realidad. Si aprendemos a cambiar nuestra programación mental adquirida por hábito familiar, social, etc, podemos cambiar nuestra vida por completo.


La Metafísica nos recuerda que exiten unas Leyes  de la Creación que no debemos olvidar, entre ellas la Ley del Mentalismo. Todo lo que ocurre en tu vida obedece  a tus creencias y a lo que expresas con palabras. Al nacer con libre albedrío podemos escoger pensar positiva o negativamente, tener unas experiencias u otras, tenemos ese poder.
Por eso autores tan leídos como Joe Dispenza nos animan a cambiar nuestros parámetros mentales y a desconectarnos de pensamientos basados en recuerdos del pasado, que nos hicieron sufrir, pues tendemos a seguir repitiendo esas experiencias en nuestra vida actual : “Reflexiona sobre ello: cuando piensas basándote en tus recuerdos del pasado, solamente puedes crear experiencias pasadas”.

En el libro “Deja de ser tú. La mente crea la realidad”, nos da las claves científicas para transformarnos, admitiendo que podemos cambiar nuestro cerebro literalmente, cambiando así nuestra vida, al adquirir hábitos saludables para él, como corregir nuestras creencias negativas o utilizar técnicas meditativas. Es un libro muy interesante.



En el campo de la Metafísica, Conny Méndez  nos anima también a poner en práctica todas sus enseñanzas, a no creernos nada sólo por leerlo, sino a  comprobarlo, tal es la fe en sus  propias creencias. Su maestro Emmet Fox, le enseñó  que todo tiene su origen en la mente y podemos relacionar siempre los sucesos exteriores con los interiores. Por ello, un método que no falla nunca es, ante todo , sonreír, aunque nos cueste. La primera sonrisa será forzada, pero si continuamos, se conectará nuestro cerebro con situaciones vividas que nos hicieron felices, y por la Ley de Atracción, atraerán pensamientos del mismo tipo.



Después, dar las gracias por todo, o como dice nuestro Papa actual, bendecir a todo y a todos. Ante cualquier situación negativa, decretaremos :”Bendigo el bien en esta situación”.   Es una perfecta expresión de fe que obra milagros. Las experiencias que vivimos son las que necesitamos para avanzar en nuestro camino, pero no estamos condenados a ir por los caminos más difíciles, podemos crear realidades acordes a nuestro nivel de conciencia. Y para crecer en conciencia, volvamos a la Meditación. Dedicar tiempo a desconectarse del exterior y del ruido de la propia mente, nos lleva de camino a nuestro ya nombrado Yo Superior, que sabe qué es lo mejor para nosotros.

Con ella, además, podemos llegar a alcanzar estados alterados de conciencia que nos afiancen más en nuestro conocimiento de esas otras dimensiones que se escapan a nuestros cinco sentidos oficiales.

Al meditar, nos colocamos por encima de nuestras experiencias, sean de sufrimiento o de alegría. Nos convertimos en un observador y nos damos cuenta de que no somos nuestra mente, sino que esta está a nuestros pies y debe obedecer nuestras órdenes.


Una práctica habitual de la Meditación y de las técnicas que resuenen más con nosotros para cambiar nuestra manera de pensar, terminarán dando  los resultados positivos que todos esperamos: una vida más feliz y más plena, libre de  sufrimientos innecesarios.


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