Si analizamos nuestros miedos, esos que todos tenemos, nos
damos cuenta de que provienen en esencia
de creer que algo acaba de forma definitiva y nos resistimos a que ello ocurra.
Por ejemplo:
·
Miedo a la oscuridad: tememos que nunca más
vamos a ver la luz.
·
Miedo al futuro: nos preocupa que los tiempos
pasados, tan felices, no vuelvan a repetirse. El futuro se presenta oscuro, sin
luz de nuevo.
·
Miedo a bucear bajo el agua: tememos no volver a
poder llenar de aire nuestros pulmones, cuando sólo necesitamos salir y tomar
una nueva bocanada para volver a entrar.
·
Miedo a estar encerrado: creemos que el
encerramiento es definitivo, que no vamos a poder salir de esa situación.
Hay muchos tipos de miedo, pero
el más intenso , el que casi todos
compartimos, es el miedo a morir, el cual esconde el temor a que todo también
se acabe definitivamente, sin ninguna esperanza de nada después. El miedo
paraliza, e impide avanzar, ver más allá de la situación que nos está
asustando.
Por lo tanto, el miedo se basa en
la falta de esperanza, cuando, en realidad, todo indica que la vida es un ciclo
constante de acontecimientos que se acaban para volver a empezar. Después de la
tormenta, como dice el refrán, siempre viene la calma; no hay mal que cien años
dure,… Después del calor del verano
siempre llega el frío invierno.
Todo tiene un comienzo y un fin,
como el símbolo esotérico del euróboros. La primavera vuelve cada año, para
luego terminar, y si no existieran las demás estaciones, las semillas no
estarían preparadas para germinar y crear las flores de la siguiente estación
primaveral.
La vida de algunos seres es muy
corta, pero cumplen su función dentro del ciclo de la Naturaleza, el ciclo sin
fin, como decía la canción de El rey león. Por ello, no podemos
lamentarnos cada día, de la vida tan
efímera que va a tener nuestra flor preferida o nuestro animal de compañía. Han
nacido con el propósito que han nacido, parte del cual es aportar belleza, paz
y compañía al ser humano, durante unos instantes o unos años de su vida.
Después de ellos habrá otras flores, otros queridos animales, y nadie podrá
quitarnos los momentos felices vividos gracias a ellos.
A escala humana ocurre igual. Nacemos y morimos cumpliendo una misión aún más elevada que los seres que consideramos inferiores, pues nuestra responsabilidad es mayor al haber sido creados de forma más perfecta. E intentamos asirnos a los momentos felices, creyendo que no volveremos a sentirnos igual, huyendo de los momentos tristes, como si éstos no tuviesen también algo que enseñarnos.
Este es el misterio de la vida,
que se nos muestra cada día en todo cuanto acontece a nuestro alrededor:
vida/muerte, luz/oscuridad, frío/calor, lejos/cerca,…contrastes creados para ayudarnos a desarrollarnos plenamente,
no de forma lineal, sino de forma cíclica,
para que conozcamos todos los aspectos de la realidad que pueden ser vividos.
Como un círculo, los
acontecimientos vienen a nosotros. Son oportunidades de crecimiento, y lo
esencial es recibirlos con un grado más de sabiduría que la última vez que los
vimos pasar por delante nuestro.
Para ello, es imprescindible no
perder nunca la esperanza, la fe, porque sin ellas nada tiene sentido, y,
ciertamente, tanta belleza no puede haber nacido del sinsentido, porque ésta
nace del orden, no del caos. Así, bajo el aparente caos en que vivimos, existe
un orden perfecto que lo dirige todo y que dota de sentido a toda nuestra
existencia.
Ya tenemos la herramienta para
vencer nuestros miedos, el miedo con mayúscula, ese que nos deja sin respiración,
nos desarma y nos inmoviliza: la fe inquebrantable en que hemos sido creados
con una finalidad más allá de la que podamos imaginar en esta vida terrenal.
Enganchados a la rueda de la vida, la rueda de las encarnaciones, vamos
perfeccionando nuestro ser hasta alcanzar el amor infinito de la creación, que
es todo lo contrario al sentimiento de temor. De hecho, las dos grandes fuerzas
que mueven el mundo no son el amor y el odio, como se creía tradicionalmente,
sino el amor y el temor.
Confiemos pues en nosotros mismos
y en nuestra fuerza interior para vencer nuestros miedos y alcanzar en vida el
camino del amor, hacia nosotros mismos y hacia todo lo creado, para
convertirnos así en seres completos, seres de Luz.
Elena Martín
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